Miércoles 28 de marzo de 2012.– Con sólo siete temporadas y doce convocatorias internacionales con la Azzurra en su haber, Valentino Mazzola unió su nombre a los legendarios Giuseppe Meazza y Silvio Piola en el Olimpo del fútbol italiano. Su mérito es incluso mayor si tenemos en cuenta que, a causa de la guerra y de sus repercusiones, nunca pudo participar en una Copa Mundial de la FIFA.
El capitán del gran Torino, en aquella época principal proveedor de la Nazionale, era la encarnación del talento en estado puro. Brillaba con luz propia sobre el terreno de juego, donde podía ocupar cualquier demarcación con la misma solvencia. "Si tuviera que elegir a un futbolista indispensable para mi equipo, no elegiría ni a Pelé, ni a Di Stéfano, ni a Cruyff, ni a Platini, ni a Maradona, o mejor dicho, echaría mano de todos ellos, después de haber escogido a Mazzola", afirmó Giampiero Boniperti, ex Presidente del Juventus.
Sin embargo, el astro se apagó prematura y trágicamente. Nueve años antes de que el sublime Manchester United perdiera a ocho de sus integrantes en el fatídico accidente aéreo acaecido en Múnich el 6 de febrero de 1958, diez internacionales del Torino perdieron la vida trágicamente en la catástrofe de Superga el 4 de mayo de 1949. Aunque su carrera quedó segada bruscamente en pleno apogeo, Valentino Mazzola consiguió entrar a formar parte de la historia del fútbol. Un legado que su hijo Alessandro perpetuó con coraje y decisión.
Un largo camino
De origen modesto y huérfano de padre desde muy joven, Valentino tuvo que dejar la escuela a los 11 años para trabajar como aprendiz de panadero, puesto que ocupó durante tres años, antes de entrar en una fábrica. En aquella época, su único contacto con el fútbol era el trayecto de ida y vuelta de su casa al trabajo, que él pasaba haciendo malabarismos con una caja de leche. No obstante, enseguida sacó tiempo para jugar con el Tresoldi, el modesto conjunto de su barrio. A los 18 años, un vecino reparó en él y consiguió que lo contrataran como mecánico en la planta de Alfa Romeo en Arese. Eso le permitió debutar en tercera división con el club de la empresa.
Pero, al cabo de un año, tuvo que dejarlo todo para hacer el servicio militar. Y de nuevo, el destino le echó una mano. Según cuenta la leyenda, durante un partido con el equipo del Comando de la Marina, en el que ejercía de delantero centro, despertó el interés de un oficial, seguidor del Venecia. Con la recomendación del oficial bajo el brazo, Mazzola se presentó en la ciudad de los canales para hacer una prueba, y lo hizo descalzo, porque prefirió dejar sus zapatos en casa para no gastarlos.
Giuseppe Girani, el que posteriormente sería su entrenador, quedó cautivado. Ése fue el punto de inflexión de su carrera. El 1 de enero de 1940, firmó su primer contrato como futbolista profesional y el 31 de marzo de 1940 debutó en la Serie A contra el Lazio (0-1). Mazzola era un líder nato, y no tardó en convertirse en el motor del equipo. Sin embargo, a primera vista su físico no resultaba especialmente impresionante. Pero una vez sobre el césped, se tornaba omnipresente en las cuatro esquinas del campo, capaz de lanzarse a la carrera como un auténtico velocista y de mantener al mismo tiempo una resistencia digna de un corredor de fondo. Férreo en defensa, gracias a sus quites milimétricos, podía desempeñar igualmente las funciones de mediocampista. A menudo le tocaba cambiar de demarcación hasta tres veces a lo largo de un mismo partido. Con todo, pasado un tiempo, se consolidó de interior izquierdo, con su inseparable Ezio Loik en la banda derecha.
La gloria
En julio de 1942 fichó por el Torino por la inaudita suma de 1.250.000 liras. Entonces, el Presidente Ferruccio Novo, que también se hizo con los servicios de Ezio Loik, aún no sabía que acaba de hacer el negocio de su vida. La complicidad entre ambos hombres fue total, hasta el punto que, cuando nació su segundo hijo, Mazzola le puso el nombre de su Presidente. Ya desde la primera temporada, el Torino se convirtió en el primer equipo italiano que conquistó el doblete liga y Copa. El jugador disputó todos los encuentros, y el Toro infligió abultadas goleadas a todos sus rivales, desde el Juventus (5-1) al Milan (5-0) pasando por el Venecia (4-0).
Los Granata reinaron en solitario en el calcio de 1942 a 1949, y también en Europa, donde participaron en varios amistosos, dado que las competiciones continentales de clubes aún no existían. Mazzola, por su parte, mejoró con los años, y en 1947 se adjudicó el título de máximo goleador con 29 realizaciones en 38 encuentros. "Ganaba el doble que sus compañeros porque ellos así lo querían", explicó el Presidente Novo. De hecho, lejos de ser un artista de los que pasman al público con detalles técnicos, él era ante todo un trabajador infatigable que recorría distancias ingentes en cada partido. Todo un ejemplo para el resto de los integrantes del plantel, obligados a seguirle en sus maratones.
La Nazionale
A causa de la guerra y de su prematura muerte, Valentino Mazzola sólo sumó doce amistosos en su palmarés internacional. Convocado por primera vez contra Croacia (4-0) el 5 de abril de 1942, dos semanas después anotó su primera diana con la camiseta azzurra, ante España (4-0). Lamentablemente, no volvió defender los colores de la Nazionale hasta dos años y medio después, dado que la guerra estaba en pleno auge.
Su último partido con la selección, el 27 de marzo de 1949, contra España (3-1) en Madrid, fue, según la opinión unánime de todos los observadores de la época, el mejor de su trayectoria, a la altura del rendimiento habitual que desplegaba con el Torino. Sus estadísticas, más bien modestas (12 veces internacional, 9 victorias, un empate y dos derrotas, con cuatro goles marcados), no son en absoluto el reflejo de su enorme talento.
Superga
Pocos meses después, el 3 de mayo, Mazzola, enfermo de anginas, había quedado en principio descartado para un amistoso a celebrar en Lisboa entre el Benfica y el Torino. Pero él insistió en ir, dado que el encuentro se había organizado como homenaje a su amigo Francisco Ferreira. Poco podía imaginar que la muerte le aguardaba en el trayecto de vuelta.
El avión Fiat G.212, que transportaba a 31 personas entre jugadores, directivos y periodistas, se estrelló contra el muro de la Basílica de Superga. No hubo supervivientes. Junto con Mazzola, desapareció el gran Torino. El 6 de mayo de 1949, medio millón de personas asistieron al funeral. A cuatro jornadas del final de la temporada, el Toro se proclamó campeón de liga a petición de todos los clubes de la Serie A.
*Con información de la FIFA
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