El Huracán que no amainó

Viernes 11 de mayo de 2012.– La Copa Mundial de la FIFA significa tanto en el mundo del fútbol que una sola participación en el torneo puede acabar determinando toda la percepción que se tiene de la carrera de un jugador, para bien o para mal. O, en el caso de Jair Ventura Filho, simplemente para algo diferente.
Si preguntamos por todo el mundo quién fue Jairzinho, es muy probable que la respuesta sea más o menos la misma: el “Huracán del Mundial del 70”, el extremo derecho de uno de los mejores equipos de todos los tiempos, el único artillero —a día de hoy— que ha marcado en todos los partidos de una selección campeona del mundo, hasta la final. Y todo eso es cierto, a pesar de ser únicamente una pequeña, aunque importantísima, muestra de lo que representó el brasileño.
Pero la verdad es que Jairzinho no solo protagonizó una carrera que se prolongaría durante 20 años, y acudió a otras dos citas mundialistas, las de 1966 y 1974, sino que tampoco era extremo derecho. Y, si bien marcó un buen puñado de goles, ni siquiera era delantero centro. Tan solo actuó en esa posición durante aquel periodo entre mayo y junio de 1970, en México, lo que acabó definiendo su imagen para siempre.
“Yo era un mediapunta, un 10”, explica Jairzinho a FIFA.com. “Lo que sucede es que aquella selección de Zagallo de 1970 consiguió algo especial: reunió, en un mismo equipo, a cinco hombres que ejercían prácticamente la misma función en sus clubes. Éramos todos números 10”.
Los cinco futbolistas a los que se refiere Jairzinho son él mismo, entonces medio de enganche del Botafogo; Gérson, del São Paulo; Tostão, del Cruzeiro; Rivellino, del Corinthians; y el único que sí vestía el dorsal número 10 en aquella Copa Mundial de la FIFA, por derecho propio: Pelé.
“El Botafogo, en aquella época, tenía a Roberto Miranda como delantero centro. Pelé, en el Santos, tenía a Coutinho. En el Cruzeiro, estaba Evaldo. Y así sucesivamente. Ninguno de nosotros era un punta puro”, señala. “La posición quedó determinada prácticamente por el dorsal: yo usé el 7 y fui extremo derecho. Rivellino, con el 11, extremo izquierdo. Y, al final, atacábamos todos”.

La posición es lo de menos

Todos atacaban, sí, pero nadie desempeñó esa nueva función durante aquel mes tan bien como Jair: empezó firmando dos goles en el debut del equipo, contra Checoslovaquia, y acabó consiguiendo otros cinco, uno en cada partido, también en el triunfo por 4-1 de la final sobre Italia. El número 7 fue el falso extremo derecho que se esperaba, y durante la mayor parte del tiempo actuó principalmente como el delantero centro del que carecía el equipo. “Yo ya sabía que Jair iba a arrasar”, recuerda en declaraciones a FIFA.com, Zagallo, quien reemplazó a João Saldanha como seleccionador pocos meses antes del certamen. “No solo porque era consciente de sus dotes como goleador, sino porque estaba en una condición física imponente. Estaba imparable. Tenía físico para ser extremo derecho, delantero centro, medio… Todo a la vez”.
En realidad esa incertidumbre en torno a la posición exacta de Jairzinho, tan propiciada por la campaña mundialista de 1970, ya había empezado al principio de su carrera. La familia Ventura se mudó de Duque de Caxias para la calle General Severiano de Río de Janeiro, junto a la sede del Botafogo, en 1958. El muchacho, de 14 años, no tardaría en incorporarse a la cantera del club.
Comandado por Jair, el filial del Botafogo brilló y llamó la atención del técnico del primer equipo —que ya era impresionante—, Zolo Rabelo. El chico entró por primera vez en un entrenamiento, como sustituto del veterano delantero centro Quarentinha, es decir, formando en ataque al lado de Didi, Garrincha, Zagallo y Amarildo. Jairzinho no era punta, pero tampoco le gustaba dejar escapar oportunidades: marcó dos goles en aquella práctica, y fue incorporándose progresivamente al plantel.
Su ascenso definitivo al cuadro profesional coincidió con el declive de Garrincha y su salida del conjunto albinegro, en 1965. Jair heredó la elástica número 7 y la posición de extremo derecho, y respondió tan bien ante la presión de tener que sustituir a un ídolo suyo que en poco tiempo fue convocado por la Seleção. Cuando se convirtió en titular indiscutible y en estrella, se le ubicó definitivamente en el puesto de mediapunta, donde su potencia física y su capacidad para arrancar con el balón dominado marcarían diferencias más que en ningún otro sitio del campo.
“Sí, cuando partía controlando el balón no era fácil pararme, no”, dice sonriendo, sin falsa modestia. “Para eso, entonces, necesitaba espacio. Incluso en México en 1970, al jugar en punta: en la mayoría de las acciones, corría mucho por la cancha, muchas veces en diagonal. Siempre fue así, aprovechando los espacios”. Lo que demuestra que el apodo de “Huracán” resultó muy apropiado. Y, aunque no todos lo sepan, Jair fue siempre un huracán, durante años. No solo en aquel torneo.

*Con información de la FIFA

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