Viernes 9 de marzo de 2012.– Alto-Mahé tiene algo especial. En ese barrio de Lourenço Marques, actual Maputo, capital de Mozambique, nacieron grandes nombres del fútbol como Matateu, Vicente e Hilário, y también se crió allí un joven llamado Mário Esteves Coluna, que se convertiría en uno de los mejores futbolistas portugueses de todos los tiempos.
Hijo de padre portugués y madre mozambiqueña, el joven Mário no tardaría en demostrar grandes capacidades físicas y una inclinación natural hacia el deporte. De pequeño, era un experto en trepar a los árboles en busca de mangos o anacardos, lo que le valía muchas reprimendas de su progenitor, antiguo guardameta y uno de los fundadores del Desportivo de Lourenço Marques.
Fue en el Desportivo donde Coluna abrazó el deporte. En el baloncesto no pasó del equipo de reservas, pero sorprendió en el atletismo, y llegó a ser plusmarquista nacional de salto de altura. Sin embargo, la gloria le esperaba en los campos de fútbol, como un delantero que, siendo aún adolescente, llamó la atención de los tres grandes clubes portugueses.
Se le impidió actuar en un viaje del Desportivo de Lourenço Marques a Sudáfrica, debido a las leyes del apartheid, pero en el partido de vuelta, en casa, se vengó marcando los siete goles de la victoria de los suyos. No estuvo nada mal para un muchacho de 17 años. Eso le sirvió para recibir una oferta del FC Porto, al que siguió el Sporting, que dobló la puja. No obstante, los deseos de su padre y el hecho de que el Desportivo de Lourenço Marques fuese un filial del Benfica trazaron su destino. Y qué destino...
Un paso atrás, dos adelante
En 1954, con 19 años, llegó a Lisboa después de un increíble viaje de avión que duró unas 34 horas, y recaló en el Hogar del Jugador del Benfica, donde vivían los futbolistas que no tenían residencia propia. A Coluna no le gustó, y los primeros tiempos no fueron fáciles.
Aunque había llegado con la vitola de estrella, tardó un poco en convencer al entonces entrenador del Benfica, Otto Glória. El equipo ya contaba con José Aguas como punta de lanza, pero el técnico brasileño se percató de su auténtica valía. Descubrió sus cualidades de pase y la fuerte presencia que desplegaba sobre toda la cancha, y apostó por hacer de él un gran centrocampista. Enseguida se comprobó que tenía razón.
Debutó con la camiseta encarnada en un encuentro amistoso ante el FC Porto. En su primera cita oficial de la liga portuguesa enseñaría sus cartas: anotó dos tantos en la goleada (5-0) contra el Setúbal, los primeros de muchos que firmaría durante las 16 temporadas consecutivas que pasó en el conjunto lisboeta, con el que disputó 677 partidos y marcó 150 goles en compromisos oficiales. Los aficionados le pusieron el apodo de O Monstro Sagrado (“el monstruo sagrado”).
Y por si estas cifras no fuesen suficientes, el palmarés de Coluna en el Benfica habla por sí solo. Hasta 1954/55, el Sporting dominaba el fútbol portugués, pero en las 16 campañas siguientes el Benfica sumó nada menos que 10 títulos nacionales y seis Copas de Portugal, además de alcanzar la gloria europea. Coluna marcó uno de los goles del equipo en la conquista de su primera Copa de Europa, en 1960/61, frente al Barcelona.
Coluna no, señor Coluna
Cuando, al final de 1960, llegó a Lisboa otro adolescente procedente de Mozambique, Coluna ya se había erigido en una de las grandes figuras del Benfica campeón europeo. Ese muchacho también era oriundo de Lourenço Marques, y respondía al nombre de Eusébio da Silva Ferreira. Llegó a la capital portuguesa joven, tímido y con una carta en su maleta para entregar a Coluna.
Las familias de Coluna y Eusébio se conocían en Lourenço Marques, y la madre de la Pantera Negra, preocupada por el bienestar de su hijo en Lisboa, escribió a Coluna para pedirle que cuidarse del joven Eusébio. Y así lo hizo quien, hasta hoy, se considera el “padrino” de uno de los mejores delanteros que haya dado nunca el fútbol mundial.
Acompañó a Eusébio a abrir su primera cuenta en un banco y, todos los meses, se ocupaba de sus finanzas hasta que alcanzó la edad adulta y formó una familia. Juntos, dentro de la cancha, ayudaron al Benfica a lograr su segundo título de campeón de Europa. En 1961/62, la final de la Copa de Europa enfrentaba a Benfica y Real Madrid. Los españoles llegaron al descanso con una ventaja de 3-2, con tres goles de Puskás, pero un gol de Coluna dio inicio a la remontada de la segunda parte. Eusébio se encargó del resto.
A los 17 minutos del segundo tiempo, el árbitro señaló un penal a favor del Benfica, y Coluna se preparaba para ejecutar el castigo máximo cuando oyó la voz tímida de Eusébio: “Señor Coluna, ¿puedo tirar el penal?”. Así, con un respetuoso título de señor, Coluna aceptó la petición, y la Pantera Negra materializó el 4-3, antes de sentenciar con el 5-3 definitivo.
Cuando concluyó aquel partido en Amsterdam, el joven Eusébio requirió otro favor del “señor” Coluna. Su timidez hizo que no se atreviese a solicitar la camiseta de su gran ídolo, Alfredo Di Stéfano, y fue Coluna quien se dirigió al hispano-argentino para pedirle la elástica del Real Madrid, que Eusébio se guardó en los pantalones durante los festejos y considera, hasta hoy, uno de los mayores trofeos que haya conseguido en el fútbol.
Después de Europa, el mundo
El Benfica bicampeón de Europa —y que perdió sus tres siguientes finales, siempre con Coluna como capitán— proporcionó la base de la selección portuguesa que brillaría en la Copa Mundial de la FIFA Inglaterra 1966. Germano era el capitán del equipo, pero al ser este suplente se entregó el brazalete a Coluna, que en tierras británicas exhibiría su característica clase en el mediocampo. Así, ayudó a Eusébio a proclamarse máximo goleador, además de conducir a Portugal al tercer puesto del torneo, la mayor gesta de la historia de la Seleção das Quinas en un certamen mundialista.
Después de la epopeya inglesa, Coluna jugó otras tres temporadas en el Benfica, del que se despidió en 1969/70 al partir para un año al servicio del Lyon. Su regreso al Estádio da Luz se produjo en diciembre de 1970, con motivo de un partido de homenaje frente a una selección mundial en la que figuraban nombres como Johan Cruyff y Bobby Moore, entre muchas otras figuras. Disputó 15 minutos con la camiseta encarnada, y recibió una ovación enorme al abandonar el campo. Estaba previsto que jugase algunos minutos con el otro equipo, pero terminó negándose: enfrentarse al club de su corazón le resultaba imposible.
Era el Monstruo Sagrado de los hinchas del Benfica, el Didi europeo, como lo llamaban los periodistas brasileños, o, para Eusébio, simplemente el señor Coluna.
*Con información de la FIFA
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