Viernes 18 de mayo de 2012.– El 1 de marzo de 1980, en un hotel del centro de Liverpool se celebró una comida a la que asistieron varias de las grandes figuras del fútbol inglés. Bill Shankly, el legendario entrenador del Liverpool, se dirigió a los comensales aquel mediodía para rendir homenaje a uno de los invitados que compartía con él la cabecera de la mesa. Shankly dijo: “Sin lugar a dudas, es el mejor delantero centro que el mundo haya visto jamás. Forma parte del grupo de los grandes genios de la historia, como Beethoven, Rembrandt y Shakespeare”.
Se refería a William Ralph “Dixie” Dean. Pocas horas después, el gran hombre fallecía en Goodison Park, el escenario de tantas de sus muchas hazañas, mientras asistía a un derbi de Merseyside entre el Everton y el Liverpool.
Esta campaña, Lionel Messi se ha granjeado la admiración mundial por batir un montón de récords goleadores. El 20 de marzo, se convirtió en el máximo anotador del Barcelona en competiciones oficiales. El 11 de abril, confirmó su condición de principal goleador en una temporada única española y, el 2 de mayo, sus gestas le otorgaron el título de máximo goleador en una temporada única europea. El único récord que se le resiste, sin embargo, es el que estableció Dean al transformar 60 goles de liga en una sola temporada, en 1927/28.
No obstante, las diferencias entre ambos jugadores no pueden ser más marcadas. En marzo de 2010, la revista France Football declaró a Messi el futbolista más rico del mundo, con unos ingresos anuales de 33 millones de euros. En la cumbre de su carrera, Dean ganaba solamente 8 libras por partido. Mientras que Messi empezó su carrera en el fútbol de niño, a los ocho años de edad, con el Newell’s Old Boys, Dean tuvo que mentir para que lo admitieran en el equipo de una institución para jóvenes delincuentes, que disputaba más partidos que el conjunto de su escuela. Si bien Messi se mudó a la Masía del Barcelona para seguir con su formación futbolística, Dean practicaba sus disparos contra dianas móviles mientras trabajaba de aprendiz en el ferrocarril: las ratas que correteaban por las vías del tren. Sin embargo, estos métodos de entrenamiento rudimentarios le sirvieron de mucho. En 1925, a la edad de 18 años, y tras haber anotado 27 goles en 30 partidos con el Tranmere Rovers, fichó por el Everton por 3.000 libras esterlinas.
Ídolo del Everton
Un año después de firmar por el club al que seguía desde niño, la carrera profesional de Dean estuvo a punto de terminar para siempre. Sufrió una fractura de cráneo, otra de mandíbula y heridas en un ojo en un accidente de moto. Pasó 36 horas inconsciente, y el médico del Everton sentenció que jamás volvería a pisar los terrenos de juego. Sin embargo, su recuperación sorprendió a propios y extraños. Muy pronto regresó a casa, volvió a montar en moto y a jugar al fútbol. Justo cuatro meses después del accidente, se sentaba de nuevo en el banquillo de los reservas del Everton y celebraba su regreso al campo con un gol de cabeza marca de la casa.
“Era un hombre humilde, pero de una resolución inquebrantable: quería jugar al fútbol y marcar goles”, explicó a FIFA.com el biógrafo de Dean, John Keith. “Solía decir: ‘mi trabajo consistía en meter el balón en la meta lo más rápidamente posible y tantas veces como pudiera’. Y eso hacía. Mucho antes de la existencia de las Copas Mundiales, los Campeonatos Europeos y sus respectivos clasificatorios, Dean jugó 16 partidos y marcó 18 goles para Inglaterra, y anotó 349 tantos en 399 participaciones con el Everton”.
El apogeo de la notable carrera de Dean se produjo el sábado 5 de mayo de 1928 durante un empate a tres con el Arsenal. En aquella última jornada de la temporada, cuando necesitaba una tripleta para batir el récord de 59 goles de George Camsell, Dean empezó el partido a lo grande, con un tanto de cabeza en el minuto 5. El Everton presionó tras el descaso y recibió un penal a favor por una falta cometida contra Dean en el área. Aunque el delantero no acertó con su disparo desde el punto de castigo, el balón terminó por colarse en la meta por entre las piernas del portero. Acababa de igualar el récord.
Quedaban 83 minutos para transformar otro gol y, como el Everton ya se había coronado campeón de Inglaterra, Dean acaparaba todas las miradas. La tensión aumentaba por momentos. A falta de siete minutos para el final, el Everton consiguió un córner. Alec Troup envió la pelota al área y Dean saltó por encima de los defensas de los Gunners para dirigirla al fondo de las mallas. Celebró su gesta con un simple saludo, pero Goodison Park se vino abajo. Una anécdota apócrifa cuenta que, cuando el balón entró en la portería, las palomas y gaviotas del malecón de Liverpool (a cinco kilómetros de distancia) echaron a volar espantadas por el rugido procedente del estadio.
Primera superestrella en Inglaterra
Con la radio como único medio de difusión de sus hazañas, Dean se convirtió en la primera superestrella del fútbol inglés. El museo Madame Tussaud le dedicó una figura de cera, la National Portrait Gallery de la Pinacotea Nacional encargó un retrato del jugador y su rostro llegó a aparecer en los sellos británicos. El público acudía en masa para verlo jugar al golf en las competiciones de famosos y los patrocinadores hacían cola para ofrecerle anuncios, aunque él se negó a hacer publicidad a menos que de ello se beneficiara toda la plantilla del Everton. Tal era el aprecio del que gozaba en el mundo, que el astro estadounidense del béisbol Babe Ruth exigió conocer al futbolista antes de un partido celebrado en White Hart Lane.
Matt Busby, ex entrenador del Manchester United, rival de Dean en multitud de ocasiones, declaró: “¿Quién podía verlo jugar sin reconocer su grandeza? Remataba el balón con la cabeza con más fuerza y acierto que la mayoría. Los defensas temblaban cuando se pitaba un saque de esquina. No habrá otro como él. Si lo hubiera, el ‘nuevo’ Dixie marcaría montones de goles, se impondría en el juego aéreo, dejaría atrás a cualquier contrario y superaría a todos los defensas que el rival amontonara en el área. Era un deportista de pies a cabeza. Jugar contra él era una delicia y una pesadilla”.
En los últimos años de su vida, solían preguntarle a Dean si creía que alguien lograría batir su récord. “Sí”, respondía. “Alguien podrá anotar más de 60 goles. Pero me gustaría dejar en herencia mi viejo espíritu, el espíritu que los anima. Sólo el espíritu. Si lo consigo, creo que alguien acabará marcando esos goles”.
En esta ocasión a Messi le han faltado sólo diez, pero ya tiene un objetivo para la temporada 2012/13: la gesta impresionante que protagonizó Dean hace 85 años. Puede que el “espíritu Dixie” haya encontrado por fin a su digno heredero.
*Con información de la FIFA
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